Creo que los miembros del cuerpo de Cristo deben ser santos, es decir, apartados de todo pecado y consagrados al servicio de Dios. Por esta razón deben abstenerse de toda clase de prácticas, diversiones e inmundicias de carne y de espíritu (Levítico 19:2; 2 Corintios 7:1; Efesios 5:26,27; 1 Tesalonicenses 4:3,4; 2 Timoteo 2:21; Hebreos 12:14; 1 Pedro 1:16).
En la práctica de la santidad, debe evitarse toda clase de extremismos, ascetismos y privaciones que tienen cierta reputación de sabiduría, en culto voluntario y humildad y en duro trato de la carne, la cual es sombra de lo por venir, mas el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2: 17,23). En lo que respecta a alimentos, sabiendo que “todo lo que Dios creo es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4).