Creo en la práctica literal de la Cena del Señor Jesucristo que él mismo instituyó (Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:15-20; 1 Corintios 11:23-26).
En esta divina ordenanza se debe usar pan sin levadura, que representa el cuerpo sin pecado de nuestro Señor Jesucristo, y vino sin fermentar, que representa la Sangre de Cristo, que consumó nuestra redención. El proposito de esta ceremonia es conmemorar la muerte de nuestro Señor Jesucristo y anunciar el día en que regresará al mundo y al mismo tiempo para dar testimonio de la comunión que existe entre los creyentes. Ninguna persona debe participar de este acto si no es miembro fiel de la Iglesia y está en plena comunión, pues al hacerlo sin cumplir estas condiciones, no podrá discernir el cuerpo del Señor (1 Corintios 10:15-17; 11:27,28; 2 Corintios 13:5).
El Señor Jesus, al terminar de tomar una cena con sus apóstoles celebró un acto que de momento los maravilló y que fue el lavatorio de pies. Al terminar este acto, el Maestro explicó a sus discípulos el significado de él, y les recomendó que se lavasen los pies los unos a los otros. La Iglesia practica este acto en combinación con la Cena del Señor Jesus o indistintamente como un acto de humildad y confraternidad cristiana (1 Timoteo 5:10).