Creo en el Espíritu Santo, prometido por Dios en el Antiguo Testamento y derramado después de la glorificación del Señor Jesucristo, que es quien lo envía (Joel 2:28,29; Juan 7:37-39; 14:16-26; Hechos 2:1-4,16-18).
Además la demostración de que una persona ha sido bautizada con el Espíritu Santo, son las nuevas lenguas o idiomas en que el creyente puede hablar y que ésta señal es también para nuestro tiempo.
El Espíritu Santo es potencia o poder que permite testificar de Cristo (Hechos 1:8) y que sirve para la formación de un carácter cristiano más agradable a Dios (Gálatas 5:22-25). El mismo Espíritu da dones a los hombres, que sirven para el fortalecimiento y la edificación de la Iglesia (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:1-12; Efesios 4:7-13). No es de propiedad privada de que haya algún hombre con la facultad de impartir a otro algún don, pues “todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Corintios 12:11). “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7).
Todo siervo de Jesucristo debe buscar el Espíritu Santo y tratar de vivir constantemente en el Espíritu, como lo recomienda Romanos 8:5-16; Efesios 5:18; Colosenses 3:5.
El Espíritu Santo se manifiesta como el quiere y cuando él quiere, según la necesidad y las circunstancias que está pasando el cristiano o la iglesia. Hechos capítulos 2. 9. 10. y 19.